Se suponía iba a ser un relato corto, pero los personajes simplemente se rehusaron a que las cosas quedaran así y exigieron que su historia fuese plasmada en una novela.
Sin más preámbulos, les presento como empezó todo entre Alex y Sofi.
El título fue usado solo para la Antología
PERDIDA POR TÌ
por Kathia Iblis
Era la única persona
en el mundo. O al menos, así se sentía en aquella fría mañana de invierno. Los árboles
ya sin hojas, cargados con la estática que traen las tormentas eléctricas. Al
salir de su casa, le había sorprendido no cruzarse más que con dos o tres
personas, y hasta las mascotas y los pájaros se resguardaban del tempestuoso
clima. Ella no, su destino era más importante que el quedar a merced del clima.
Luego de tres largas
semanas de esporádicos mensajes de texto él finalmente le había escrito el
mensaje que tanto había esperado: “Necesito verte. Nuestro lugar especial”.
Poco le había
importado la lluvia, el viaje de dos horas en colectivo y la caminata
esquivando charcos y paraguas asesinos para llegar al bar.
A pesar de todo ello,
no había dudado en vestirse con la ropa que siempre hacia salir al animal en él.
La corta pollera escocesa roja con la camisa blanca de espalda descubierta, y
el saquito negro largo que cubría el hecho de que no tenía puesta ropa interior.
Todo ello estratégicamente protegido de las brisas frías y el agua por su
piloto negro que destacaba su cintura.
Cualquiera que la
viera pensaría que se trataba de una mas de las tantas secretarias que
circulaban por las ajetreadas calles a aquellas tempranas horas de la mañana.
El paraguas bien podía no protegerle las botas negras de cuero pero al menos,
le aseguraba que el rodete se mantuviera firme en su lugar hasta que se lo deshiciera
tan pronto llegase al café.
Se había asegurado de
llegar con tiempo de sobra para poder retocarse el efímero maquillaje y poder
arreglarse el cabello tal como a él le gustaba. En su respuesta, Alex le había
escrito que tenía algo importante que decirle, para firmar el mensaje con un
TAM. Por supuesto, no había querido ilusionarse con el posible significado de
esas siglas.
Hacia ya tres meses
que salían y jamás habían hablado sobre cual era su relación exactamente y ella
estaba lo suficientemente enamorada como no querer sacar el tema por miedo a la
respuesta que fuera a recibir. Además, no era como si alguno de ellos tuviese
tiempo para alguien más en sus vidas.
Desde aquella primera
noche jamás habían dejado de hablar. Ya fuese conectados hasta la madrugada con
el Messenger, durante el día por mensajes de texto, y el restante tiempo por
medio de mails y llamadas telefónicas. Las únicas veces que la comunicación se
cortaba era cuando ella estaba en clases, y hasta por ahí nomás.
En persona, la estación
del subte D, José Hernández, entre las dos boneterías se había vuelto la
principal testigo de sus citas semanales.
Pero jamás olvidaría
su primer encuentro cara a cara en el antiguo Café Tortoni.
Una mañana igual que
la actual, la profesora había tenido problemas para llegar y por ende, le habían
cancelado la clase. Elle se lo comento en una de los mensajes, y él de favor le
había pedido que pasase por el café que uno de sus socios venia complicado de
horarios pero tenia un sobre para él con información que necesitaba sin falta.
Sofi, no había dudado en aceptar.
Había sido amor a
primera vista.
Alto, de anchas
espaldas, cabellos castaños y unos impresionantes ojos verde-grisáceos con un
borde oscuro que era imposible no sentir que veían tu alma. No había tardado
mucho en caer rendida a sus pies luego de media hora increíble conversación y muchas
risas.
Luego de eso, volvían
cada mes en la misma fecha. Y ahora, él le había pedido encontrarse ahí, así
que, no había forma de que lo que le fuera a decir fuesen malo.
Obligándose a no
pensar más allá del momento, cerró los ojos brevemente. Necesitaba calmar los
alocados latidos de su corazón, y las mariposas que parecían haberse instalado
en su vientre.
Para cuando quiso
darse cuenta ya se hallaba ante las puertas del café.
Sufrió un momentáneo
instante de pánico cuando le pareció verlo, y recién se calmo cuando el hombre
se puso de pie, y al girarse, le ofreció una rápida sonrisa, para luego dejar
la propina y marchase.
Aliviada, se apresuro
a ir al lavabo. Necesitaba arreglarse cuanto antes. La idea de que Alex la
viera pareciendo una rata ahogada no se le hacia para nada agradable.
Controlando su hora en el celular, noto que tenía apenas quince minutos para
peinarse, maquillarse y encontrar una mesa que les diera algo de privacidad.
Diez minutos después,
poco le falto para atropellar a una mujer elegantemente vestida, en su apuro
por salir de los baños. Disculpándose finalmente se dirigió hacia el sector de
mesas. Necesitaba quitarse el piloto y pedirse un té con urgencia porque la
realidad era que estaba medio congelada. Por eso estaba tan agradecida de que
el interior del café estuviese a una agradable temperatura que le permitiera
recuperar el calor perdido.
Mientras se
acomodaba, busco su e-reader que siempre llevaba con ella a todas partes. Al
menos de esa manera, no estaría tan tentada de divagar sobre la infinidad de
cosas que podrían ser las causantes del encuentro.
―Sofi- reconocería
esa voz sexy, grave y ligeramente rasposa en cualquier parte.― Girándose en su
asiento ya con una sonrisa radiante en su rostro definitivamente no estaba
preparada para encontrarse con ese Alex.
El rostro pálido y
ojeroso, las mejillas hundidas destacando aun más sus afilados pómulos. Pero lo
que las la alarmo, fue la tristeza y el dolor que empañaban sus siempre
brillantes ojos.
―Alex, ¿Qué…?― fueron
las únicas palabras que lograron escapar de su boca antes de que sus labios se
estrellasen contra los suyos en un beso abrasador, demandante, exigiéndole su
absoluta entrega. Como si estuviese intentando marcarla como suya, cuando en
realidad, eso ya no hacia falta. Ella le había entregado su corazón la primera
vez que hicieron el amor y sin importar lo que él le dijera, nada cambiaria ese
hecho.
Tan repentino como había
empezado, se interrumpió el beso
― ¡Maldita sea! Pensé que podía, pero, no
puedo. No soy tan fuerte― Cada vez más confundida no le encontraba sentido a
sus palabras, pero toda la felicidad que había sentido antes por su encuentro
lentamente se estaba convirtiendo en miedo y tristeza, mientras su corazón
comenzaba a llorar en silencio: ―Te Amo, Sofi. Siempre te voy a amar. Eres la
luz que vino a iluminar mi oscuridad y sin ti, mi mundo esta en penumbras
Abrió la boca para
hablar, para decir lo que fuese necesario que mitigase su dolor, pero jamás
tuvo la oportunidad. Una perfecta mano femenina se apoyo sobre el hombro de
Alex.
Una mano cuya dueña
cambiaria su vida para siempre. La persona que le arrancaría el corazón del
pecho, para dejarlo caer al piso junto con todos sus sueños e ilusiones
― ¿Alex?― Era la despampana
rubia enfundada en el caro vestido rayado que poco hacia por ocultar el obvio
embarazo que no había visto antes en su apuro por encontrarse con él.
Interponiéndose entre
ambos, se colgó de su cuello para luego besarlo en los labios.
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